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Buscando la mejor calidad en lotes de alfalfa

Es necesario reconocer las acciones óptimas para obtener una alfalfa de alta producción con gran calidad de forraje. Desde el INTA se trabaja para mejorar esta variable de relación que muchas veces se torna incompetente en los establecimientos ganaderos.

19/05/2014 | Calidad en forrajes

Las últimas décadas han llevado a un cambio del escenario productivo ganadero: el incremento de la superficie destinada a agricultura trajo como consecuencia un aumento de la carga por el mantenimiento del stock ganadero sobre pastizales nativos, como así también la necesidad de aumentar la producción primaria en zonas de baja aptitud.

Esta nueva situación ha creado la lógica de buscar nuevas especies forrajeras con características diferenciales que les permitan desarrollar un buen potencial y aumentar así la producción en zonas tradicionalmente poco productivas. La reina de las forrajeras, la alfalfa, no escapa a esta situación y cada vez más la genética está presente en el cultivo, sumado esto, claro está, a nuevas estrategias de manejo que buscan optimizar la calidad de forraje.

El uso eficiente de la alfalfa debe basarse en el conocimiento de sus procesos de crecimiento para permitir un manejo racional del cultivo. De esta manera, su adaptabilidad a los distintos tipos de clima y suelo, su capacidad para recuperar la fertilidad nitrogenada, sus niveles de producción y la calidad del forraje son eficientemente aprovechados, integrando el cultivo a los principales sistemas de producción agrícola ganaderos.

“Una premisa básica debe ser considerada para el eficiente manejo de este cultivo: la alfalfa es una de las pocas especies que tolera pastoreos intensos pero poco frecuentes; en cambio, no tolera pastoreos frecuentes aunque sean livianos”, el ingeniero agrónomo Juan Mattera, investigador del área de producción animal de la Estación Experimental Agropecuaria Rafaela del INTA.

Los conocimientos generados en los últimos años han permitido establecer normas de utilización que, correctamente aplicadas, se traducen en una mayor productividad del cultivo. “Sin duda la alfalfa es una planta que tiene ciclos de crecimiento bien definidos, pero íntimamente relacionados a las condiciones climáticas”, aclaró el profesional. 

Determinando calidad

Uno de los factores que tiene gran incidencia sobre la calidad y producción de materia seca y persistencia de una pradera de alfalfa, es la elección correcta del cultivar de alfalfa a utilizar. Éste debe mostrar buena adaptación a las condiciones ambientales (suelo y clima) de la región, tener resistencia a los pulgones (principalmente verde, azul y moteado) y ser altamente resistente a enfermedades de raíz y corona, como la podredumbre húmeda o fitóftora. Por lo tanto, para elegir un cultivar de alfalfa es importante contar con evaluaciones locales que brinden información sobre cuáles son los mejores materiales para cada región.

No obstante, no es lo único que hay que tener en cuenta. “Los factores que definen la calidad de la alfalfa son muchos; el productor debe reconocer que el tallo no tiene la misma calidad que la hoja, ya que esta última tiene mayor digestibilidad y contiene mayor proteína bruta, tendiendo a ser más estable durante el rebrote”, dijo y aclaró que el tallo tiene baja calidad nutricional y “disminuye aún más a medida que la planta crece”.

En ese sentido, Mattera dejó en claro que el corte es un factor clave que puede o no alterar la calidad del producto. “La calidad disminuye a medida que avanza el estado de madurez de las plantas, siendo la caída en digestibilidad mayor para los tallos que para las hojas, mientras que la proteína disminuye en ambos”, continuó el especialista.

Por ello, se observa que la producción de forraje en alfalfa aumenta progresivamente en cada rebrote; sin embargo su calidad manifiesta un comportamiento inverso ya que disminuye con el paso del tiempo, debido a que hay mayor acumulación de tejidos de sostén (tallo) en la planta.

“Por todo esto es que planteamos un adecuado manejo de la defoliación, la cual permitirá alcanzar altos niveles productivos con alta calidad de forraje, conociendo que existe un compromiso entre variable de calidad y rendimiento, que en todo caso el productor puede priorizar según su objetivo”, analizó el entrevistado.

Cortes programados

“El momento de aprovechamiento es una variable que tenemos, pensando en lograr una buena producción y mejor calidad de forrajes; el momento óptimo es en primavera y verano, sobre todo en el inicio de la floración”, comentó Mattera ya que es un instante donde se combina buena producción de alfalfa con calidad superior.

Por otra parte, el ingeniero marcó que no se debe aconsejar pastoreos tempranos porque puede incurrir en problemas con la persistencia de la pasturas. “Los rebrotes comienzan a perder vigor, debido a que la planta no llega a acumular los niveles de reserva óptimos de nitrógeno y carbohidrato en la raíz y en la corona”, dijo.

La floración tiene también sus limitaciones ya que solo sirve como indicador en determinadas épocas del año y se produce después de no menos de 25 a 30 días de crecimiento activo. Altas temperaturas disminuyen el número de días requeridos para alcanzar la floración por lo que durante la estación de crecimiento los intervalos entre cortes resultan muy irregulares. “Los períodos de sequía en primavera y verano provocan también una floración prematura ya que la planta tiende a completar su ciclo, floreciendo como respuesta a una situación adversa, sin haber alcanzado el pleno desarrollo”, explicó.

Altura y frecuencia de corte

La altura de corte puede afectar el rendimiento pero no la persistencia de la alfalfa, si el mismo se efectúa con la frecuencia adecuada. Altos rendimientos generalmente están asociados con cortes realizados de 6 a 10 cm del nivel del suelo. “Un remanente alto sería necesario con cortes muy frecuentes que no permiten a la planta recuperar las reservas necesarias para iniciar el crecimiento siguiente”, enunció Mattera.

Las hojas remanentes en un residuo alto pueden ayudar al nuevo crecimiento a través de la fotosíntesis. Los cortes frecuentes reducen la cantidad de yemas de corona, por lo que un remanente alto provee de mayor cantidad de sitios para el desarrollo de yemas axilares.

“La frecuencias de corte con remanentes de 2,5; 5; 7,5 y 15 centímetros, encontró que los rendimientos disminuían a medida que aumentaban las frecuencias de corte y las alturas de los remanentes. Altos remanentes eran requeridos con los cortes más frecuentes. El efecto de las hojas remanentes sobre el nuevo crecimiento es un aspecto que aún requiere mayor investigación”, aseguró el investigador.

Fuente: INTA

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